El dolmen de El Pendón, en Reinoso (Burgos), es un tesoro arqueológico, un vergel del neolítico, que esconde la forma de vivir y de morir de un grupo humano a lo largo del milenio que va desde hace 6.000 a 5.000 años. “Se trata de un auténtico tesoro arqueológico, fruto y producto de la actividad humana a lo largo de todo un milenio según nos informa el Carbono 14. En ese tiempo, un grupo humano construyó una tumba megalítica y la utilizó secuencialmente durante esos mil años. ¿Y qué es lo que construyeron? Un tipo de monumento megalítico que se conoce como Sepulcro de Corredor, cuyas características son un pasillo de acceso y una cámara funeraria principal, todo ello realizado con grandes piedras que los arqueólogos denominamos ortostatos. Todo ello rodeado por un amontonamiento de piedras y tierra que se denomina túmulo”. Desde lo alto de una loma junto a la localidad burgalesa de Reinoso, donde sopla fuerte el viento de La Bureba, el Catedrático de Prehistoria de la Universidad de Valladolid, Manuel Rojo Guerra, define y resume los trabajos desarrollados en estos seis últimos años en el dolmen de El Pendón, que toma el nombre del lugar tan especial en el que se encuentra. El lugar es ciertamente especial hasta el punto de que poblaciones anteriores, unos 2000 años antes de la construcción del dolmen, habitaron ya el lugar que posee un control de dominio visual del territorio “increíble”. El proyecto, promovido y financiado principalmente por el Ayuntamiento de Reinoso con la colaboración de la Excma. Diputación de Burgos y la Junta de Castilla y León, continuará este año con una última campaña para desenterrar el último nivel de restos óseos. “Un mes de trabajo aquí se traduce en años de laboratorio”. El equipo que dirige Manuel Rojo ya constató en el Valle de Ambrona, en Soria, el consumo de la primera cerveza de Europa, hace unos 4.500 años. Hoy se sabe, obviamente, que en El Pendón también se bebió líquido, pero se desconoce cuál. “Hemos descubierto, cubierto por una laja plana de arenisca, un recipiente de cerámica enorme, muy dañado y que hay que reconstruir”, expresa. El proceso final de clausura del monumento, previo desmantelamiento del túmulo y pasillo antes mencionados, se completa con, quizás, el hallazgo más importante documentado hasta el momento justo en el sector de contacto entre la cámara funeraria y el pasillo, una estructura de combustión, una “auténtica pira funeraria rectangular que ocupa todo el ancho del pasillo”. En ese punto se ha hallado un conjunto de restos óseos correspondientes a unos 15 individuos calcinados, donde no se observa ni ceniza ni carbón. “El propio combustible eran los huesos”, indica el profesor. Llaman la atención dos hallazgos. Se trata de dos conexiones “débiles o lábiles”: una mano y un pie “completos, en perfecta conexión anatómica”. La primera está encogida, con todos los huesos completos, “de tal manera que el hallazgo de la mano completa suponía que se depositó en la pira con todas las partes blandas aún intactas”. Esto, prosigue el catedrático, puede traducirse en dos conclusiones. “La más lógica es que esa pira funeraria que formaría parte del complejo ritual celebrado para la clausura de la tumba y el cambio de uso del lugar, llevó consigo una serie de sacrificios humanos. Pero también dichos restos podrían corresponder al último de los difuntos inhumanos en el monumento cuyas manos y pies fueran depositados en la pira ceremonial”, sostiene. En todo caso, el equipo de investigación se inclina por que se trata de partes de un individuo depositadas en la pira. “Nos lleva a pensar que podía haber sacrificios humanos”, sentencia. Por eso, se cree que se celebró algún tipo de banquete con animales, pues también se han recuperado restos cárnicos, al lado de la pira funeraria, como paletillas, probablemente de jabalí y las patas delanteras y traseras de una vaca. Los huesos de estos animales tienen huellas de haber sido roídos por cánidos, seguramente perros que convivían con la comunidad, con lo que tras alimentarse, los echaban para que éstos los depuraran. En un paseo por las inmediaciones de la estructura, que permite observar el valle donde se encuentra la localidad desde lo alto, numerosos aerogeneradores y la restaurada torre de la iglesia, que en su último piso albergará un museo sobre el dolmen, Rojo señala con su pisada diferentes espacios en los que confía que se puedan desarrollar excavaciones próximas e investigar en los alrededores del monumento, “donde da la sensación de que se encuentran las canteras de donde se extrajeron los grandes bloques de piedra que conforman la estructura del monumento. Pone como ejemplo el caso de Stonehenge (3.000 a.C.), en el Reino Unido, en el que “se sabe que las piedras procedían de 300 kilómetros de distancia”. “Aquí, la materia prima provendría de los alrededores y hasta sería posible encontrar algún tipo de herramienta con la que se extrajeron”, vaticina. Amontonamiento de piedras El monumento, y ahí reside también otra de las cuestiones relevantes, sufrió un proceso de utilización y una fase de clausura “espectacular”, que consistió en “desmantelar todo lo que era el túmulo previo, es decir, el amontonamiento de piedras y tierra alrededor de la estructura propiamente megalítica, y también el pasillo”. “Sabemos que es un sepulcro de corredor a pesar de no conservarse el pasillo, porque tenemos la entrada, señalada con dos lajas de arenisca. También los bloques extraídos del corredor se hallaron depositados, intencionalmente sobre el nivel funerario del interior de la cámara, inutilizando esta para nuevos enterramientos y, por tanto, impidiendo que el monumento siguiera conservando su primitiva función de tumba”, desliza Manuel Rojo, quien aclara que en el momento en que se desmantela “deja de ser una tumba para convertirse en un monumento conmemorativo, en un lugar de reunión, agregación poblacional, referencial para el grupo humano que durante un milenio ocupó y reutilizó el lugar como tumba”. En el interior, sumando los restos encontrados en la pira funeraria, se han hallado huesos de unos 85 individuos, todos ellos en proceso de estudio por la antropóloga de la Uva Sonia Díaz-Navarro. No obstante, Rojo remarca que probablemente “queda un último nivel de muertos y la cifra alcance el centenar”. Junto a los restos humanos se han recogido también diversos objetos de sílex (microlitos, láminas, puntas de flecha) y adornos varios (colmillos de jabalí, cuentas de collar en variscita, crisotilos, lignito…), todo ello como ofrendas de ajuar funerario. Numerosos niños y violencia En este sentido, uno de los aspectos que ha llamado la atención del equipo es el hallazgo, hasta el momento, de un 30 por ciento de infantiles 1 y II, lo que significa de hasta 11 años, un escenario que es “bastante anormal” en este tipo de tumbas porque frecuentemente no se enterraban en ellas a niños. La antropóloga Sonia Díaz-Navarro esgrime que este hecho se contrapone al resto de dólmenes de la submeseta norte, pero también del resto del territorio nacional, en el que “prácticamente no se encuentran individuos subadultos y en los que destacan los hombres sobre las mujeres”, al contrario que en el caso de Reinoso. Por el momento, el estudio antropológico preliminar de los restos humanos hallados evidencia que eran de ambos sexos y de todas las categorías de edad, muchos de ellos quemados, un condicionante que también está marcando la dificultad de las investigaciones posteriores de este tesoro arqueológico. “Sabemos que tenían un estilo de vida muy duro, ya que encontramos patologías relacionadas con artrosis en la columna vertebral en la mayoría de las vértebras localizadas. También, que utilizaban la boca como tercera mano, como una herramienta más, pues se observan desgastes severos que les provocan incluso infecciones y pérdida de dentición antemortem”. Otro de los aspectos destacables, prosigue Díaz-Navarro, es la existencia de violencia en el dolmen, algo que argumenta en el hallazgo de varios disparos por punta de flecha, algunos de ellos “con supervivencia y otros con una regeneración inconclusa”. También traumatismos craneales que se han demostrado como los causantes de la muerte del individuo en poco tiempo. Incluso se puede hablar de ciertas intervenciones, “que se podrían denominar quirúrgicas”, que realizaron los miembros de estas comunidades en partes de la boca. Entre ellas destaca un maxilar con un orificio biselado sobre uno de los molares, lo que está revelando que probablemente este individuo “sufrió una infección y a causa de ello decidieron hacer ese orificio para extraer el molar con éxito”. Entre los numerosos cráneos encontrados destaca el de una anciana, de unos 50 años en su época, con una cirugía por saneamiento de alguna patología en uno de los oídos y que aún está en estudio.